Ante la alegría de que el lunes vuelve Fermina a limpiar a casa, me entusiasmé y le di forma a un par de proyectos que me daban vuelta por la cabeza.
Empecemos yendo para atrás: hace mucho que no tenemos un sofá propiamente dicho. Teníamos un futón que se rompió y nos quedamos con el colchón en el piso (jipis).
No hay una forma correcta de vivir o amueblar una casa, a cada cual le quedan mejor cosas distintas. Acá el colchón funcionaba muy bien.
Lo único que le querría cambiar es hacerle algún tipo de plataforma, que no esté tirado en el piso.
Para ver qué onda, improvisé una base con 9 cajas de cartón corrugado que andá a saber qué tienen adentro.
Ese es un consejo básico en diseño interior: es importante probar las ideas de algún modo provisorio, antes de mandar a hacer el definitivo. Poner cartones en el piso para ver cuánto ocupa un sofá, hacer un plano en una hoja cuadriculada. Medir, medir y después medir de vuelta por las dudas.
Arriba tiré un cuero de vaca estampado tipo lagarto y muchos almohadones en gloriosa mezcla y confusión.
Atrás, dos bibliotecas acostadas, para disimular el cajerío.
Enfrente, un mueble que quedó de un cliente, donde guardamos todas las películas que vemos noche a noche. Arriba va a ir el televisor, algún día.
Ah, y me compré estas sillas semi usadas, no lo conté, 4 para la mesa de comedor.
Para terminar, se solicita con suma urgencia la presencia de EC, el marido de mi amiga Vane, para poder mover los muebles que son demasiado pesados para mi fuerza de mujer.